La Navidad es el evento más familiar del año. Nos reunimos con nuestras familias, felicitamos a lejanos parientes a los que sólo vemos puntualmente y reforzamos los lazos que durante el resto de meses dejamos de lado.
Las tradiciones son diferentes en cada casa, pero éstas se rompen cuando durante el año hemos perdido a uno de los que se sientan en la mesa en estas fechas tan especiales. La primera Navidad tras el fallecimiento de un familiar se ve sumida por la nostalgia, ya de por sí patente en estas fechas, creando momentos tensos en todos los presentes. Los niños se ven especialmente afectados por esta situación, sin conocer el protocolo de actuación y con sentimientos que son difíciles de asimilar.
Tiempo para el recuerdo
La clave para que los más pequeños no vean empañadas las fiestas por el dolor de la pérdida es que les ayudes a canalizar sus sentimientos, siempre respondiendo claramente a sus preguntas y sin crear un telón de acero que evite la difícil situación.
Ese ser querido ha dejado un hueco muy grande alrededor de la mesa, por lo que casi todos estaréis pensando en él en este tiempo de duelo. Los silencios incómodos son el mayor error: compartid vuestros pensamientos, comentad cómo era esa persona, sus costumbres en ese día, anécdotas de años anteriores,... La nostalgia tendrá su mejor brillo si hacéis de ella un momento para el recuerdo.
Más unidos que nunca
La familia debe estar preparada para hacer frente a la inteligencia emocional de los niños, altamente perceptivos y realmente incisivos frente a los silencios de los mayores. No permitáis que oculten sus sentimientos para libraros de expresar los vuestros.
La Navidad une a todas las familias, mejor o peor avenidas, así que aprovechad el momento para compartir vuestros pensamientos, ya que el ejemplo es la mejor manera de que los pequeños sigan vuestro camino.